por Eduardo Duhalde*
Hoy el planeta enfrenta un gran desafío que nos pone frente a dilemas y opciones inéditos en la historia de la humanidad. Me refiero a las grandes novedades tecnológicas que van mutando y transformando el modo en que vamos a interactuar entre nosotros mismos. Pero esto no nos debe distraer de lo importante: la tecnología no es más que un instrumento, un medio para llegar a un fin que es la evolución y prosperidad del ser humano. Y en este derrotero la juventud tiene un papel protagónico.
Por eso, aceptar la invitación para participar en la ciudad de México del IX Foro de la Democracia Latinoamericana, me permitió conocer en profundidad la opinión de un nutrido grupo de especialistas de diversas partes del mundo sobre el eje central del encuentro: “Los Desafíos de la Política y la Democracia en la Era Digital”.
En lo personal considero que a los jóvenes siempre les interesó la política, y es algo que les sigue preocupando, pero dependiendo que se les permita su participación, no con formatos viejos, sino con el pleno uso de los elementos de la era digital.
Como ejemplo sólo basta con observar los movimientos a nivel internacional en defensa de los animales y de los derechos de todas las minorías. En todos esos campos, la presencia de los jóvenes siempre es masiva. Sólo hay que tratar que las redes sociales y las redes humanas puedan vincularse, ya que ambas tienen una fuerza descomunal que unidas pueden impulsar cambios radicales para la sociedad.
Jóvenes, su participación
El contrasentido es que queremos que los jóvenes se interesen por la política, pero no nos preocupamos por saber cuál es su forma de participar. Para los políticos de mi generación el pasado es nuestra zona de confort, en cambio a los jóvenes les interesa fundamentalmente lo que está pasando y, sobre todo, lo que está por venir. Después de todo, el futuro va a ser el lugar donde transcurrirá el resto de sus vidas. Por eso, creo que lo sensato es ocuparse un 10% del pasado, un 40% del presente y un 50% del futuro.
Las democracias representativas modernas plantaron las bases del sistema que nos gobierna en gran parte del mundo. Lo que ocurre, es que este fue pensado para un bipartidismo; pero en nuestros países, excesivamente presidencialistas, esto viró a un multipartidismo que trastocó la esencia de la idea atomizado las corrientes de opinión y generando un lamentable “todos contra todos” que no hace sino paralizar las capacidades de los ejecutivos para tomar decisiones.
Coaliciones de gobierno
Hoy, cuando todo parece conspirar y así entorpecer el funcionamiento de las instituciones democráticas, considero que una solución válida es la formación de coaliciones de gobierno. Apoyo esta opinión movido por dos experiencias fundamentales que tuve a lo largo de mi vida. La vez primera al ser elegido gobernador de la Provincia de Buenos Aires en 1991; la segunda se desarrolló en 2002 cuando me hice cargo de la Presidencia de la Nación. En esas dos oportunidades, formé gobiernos de coalición con la otra fuerza mayoritaria: el radicalismo, con cuyo líder, el Dr. Raúl Alfonsín, compartíamos una misma visión de la gobernanza.
Se trataron de dos experiencias exitosas, no porque no hayamos tenido que atravesar momentos dramáticos, sino porque juntos lo transitamos sin poner en cuestionamiento el sistema en su conjunto. Y fue en esas mismas circunstancias cuando nació un nuevo paradigma: “El que gana gobierna y el que pierde gobierna también”.
Por eso mismo, hoy considero tan oportunas las palabras del papa Francisco cuando nos invita a abandonar la idea de que se gobierna la realidad de los pueblos construyendo muros y en cambio nos alienta a aprender a construir puentes.
Porque tengo experiencia y he cometido muchos errores y aciertos, hoy estoy ocupado y preocupado en hacer entender a los dirigentes de distintos partidos, que la Argentina no tiene ninguna posibilidad si no armamos una gran coalición con mayorías parlamentarias.
(*) Ex presidente de la Nación, actual impulsor de la candidatura de Roberto Lavagna a la primera magistratura.